La cinta que catapultó al actor aragonés se rodó allí
Pocos saben si no son de Loeches que la localidad fue escenario de algunas películas de los años 60. Sus calles, su entorno, sus edificios… sirvieron como plató de cine para directores de la talla de Pedro Lazaga.
Fue en 1965 cuando se estrena una de las obras más conocida de las protagonizadas en la gran pantalla por el actor aragonés Paco Martínez Soria (Tarazona, Zaragoza, 18 de diciembre de 1902 – Madrid, 26 de febrero de 1982).
Hablamos de La ciudad no es para mí, la película dirigida por Pedro Lazaga, basada en la obra de teatro del mismo nombre escrita por Fernando Lázaro Carreter.
El estreno fue todo un éxito, cosechando grandes audiencias en las salas, y todavía hoy sigue obteniendo buenos datos cada vez que se proyecta en televisión. Además, la cinta supuso el gran lanzamiento en el cine de Paco Martínez Soria, es, de todas, su obra más aplaudida y por la que más se le recuerda.
Loeches jugó un papel importante en el rodaje de aquella película, pues el pueblo en el que vive Agustín, el protagonista encarnado por Martínez Soria, y que en el cine recibe el nombre de Calacierva (hoy perteneciente al municipio de Daroca, en la provincia de Zaragoza) no es otro que Loeches.
Los creadores de esta producción eligieron el municipio de Loeches para recrear los escenarios de Calacierva, por su cercanía con Madrid, donde se desarrolla otra parte de la trama.
Agustín Valverde nunca había salido de su pueblo y un día decide visitar a su hijo Agustín (papel que desempeña Eduardo Fajardo), que vive en Madrid, trabaja de médico y tiene una hija.
El padre, un cateto o paleto como se suele decir, llega a la capital con muy buenas intenciones, cargado de equipaje y con un par de pollos que trae del pueblo como regalo para su hijo, pero que son rechazados por su nuera y acaba arrojándolos por la terraza.
Pero la cosa no va como esperaba, y llega a ser molestia para su hijo y su familia, ya que éstos se codean con la alta sociedad madrileña, y aunque trata de ayudar, al final se convierte en un estorbo.
Tras poner cada cosa en su sitio, descubre que como en su pueblo no se vive en ninguna parte y regresa a Loeches (Calacierva) donde le reciben como a un Mesías, le dedican una calle y le cantan una jota en la plaza.
En la película vemos también a Gracita Morales (Filo en la ficción), en su papel de asistenta o sirvienta del hogar de la familia en Madrid, a la que Agustín trata de emparejar con Alfredo Landa (Genaro, el de la huevería).
El pueblo, en aquel momento, vivió el rodaje con ilusión, algunos vecinos todavía hoy lo recuerdan. Eran unos niños y participaron desde el primer al último día en las escenas que se grabaron en la localidad, como contaban sus vecinos a Cine de Barrio (TVE) en el año 2009.
Figurantes que llegaban a cobrar dos reales o tres pesetas, incluso algunos llegaron a ganar hasta 50 pesetas, según el papel que les tocara interpretar.
Los más mayores todavía se emocionan cuando vuelven a ver la película, cuando de nuevo vuelve a aparecer aquel Loeches de los años 60 del que hoy poco queda.
«Menos mal que todavía quedan sitios más tranquilos donde la gente no tiene tanta prisa, por ejemplo aquí en la muy noble y leal villa de Calacierva, provincia de Zaragoza, un pueblo perdido en el mapa a donde no han llegado todavía los turistas», así comienza la cinta que hoy es un clásico, y sentó precedente para numerosas producciones posteriores, basadas en algunas escenas y gags de aquel Martínez Soria que inventó un papel para toda su carrera y para la historia del cine español, y que dejó historias con moraleja de las que todavía hoy hacen reír a carcajada y terminan revolviendo los sentimientos.